Quien guarda el conocimiento, guarda el futuro


Una historia como la anterior es totalmente factible, prueba de ello es el hecho de que, algo muy similar le ocurrió a quien esto escribe.


Mi testimonio:

Recién ingresado a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) donde cursaría una licenciatura en física en la Facultad de Ciencias.
Siguiendo un llamado interno a conocer la Biblioteca Central del campus de la Ciudad Universitaria, caminando por entre los pasillos donde se encontraban filas de estantes con textos para consulta pública, entré en una realidad alterna en la que me fue materializado un libro manuscrito en latín del siglo XVII que, sin saberlo en ese momento, marcaría de forma premonitoria mi futuro el cual primeramente estaría asociado a la astronomía que, décadas después, abandonarla guiado hacia "una sagrada locura". Palabras textuales que utilizó el autor de aquel texto cuando, al final de su vida, se alejó de la ortodoxia astronomica.

Mi "sagrada locura" sería guiada por presencias invisibles que marcarían un caminar por entre lugares sagrados del planeta como Teotihuacan y Egipto, entre muchos otros. Recorridos por entre templos y pirámides, túneles, cámaras subterraneas y bosques portál en los que, según las revelaciones entregadas, se custodiaban profundos secretos.

La entrega de aquel muy antiguo libro, que solo el paso del tiempo llevaría a mi consciencia a comprender que fue premonitoria, guardaba la línea de tiempo que marcaría buena parte de mi vida, sintetizando las múltiples entregas que recibiría durante aquel recorrido que tomaría varias décadas.

Aquel texto que se revelaría como custodio del conocimiento cósmico esotérico de las llaves (claves) que abren los secretos de las dimensiones y el tiempo,



había sido escrito por Johannes Kepler, destacado astrónomo, teólogo y hombre polifacético cuya obra guarda un conocimiento mucho más trascendente que aquel que le reconoce hasta el presente la academia científica.





Nota: Décadas después, por medio de un evento muy similar, Victor Hugo me haría entrega de su obra maestra olvidada titulada "Conversaciones con la eternidad"